BUENOS AIRES QUERIDO... Carrie, tan
fashion victim como yo la recordaba, esperaba frente a Central Park a alguno de esos hombres atractivos y carentes de toda la inteligencia emocional que ella se merece. En ese momento noté que me faltaba el aire. Salí a la terraza y dejé la tv encencida con la atribulada Carrie fumando nerviosamente. Tomé una bocanada de aire y me sentí mejor. Apenas corria nada de viento, a pesar de estar en un piso 14. Miré a lo lejos, a la masa de rascacielos que se elevaban justo detrás de la mole del tribunal de cuentas, con su perpetuos nubarrones reflejando la luz anaranjada de la ciudad. Ah sí! Sin ninguna duda estaba de vuelta en "Blade Runner City". Mi viaje a Buenos Aires me dió otra perspectiva de mi propia ciudad. Poco a poco, sin darme cuenta, me había acostumbrado totalmente a una ciudad que con su contaminación, un tráfico caótico, violencia rampante, mezcla racial... No tiene nada que envidiarle a la ciudad de la película.
Buenos Aires me sorprendió nada más llegar precisamente por su normalidad. Yo se que mi percepción de esta ciudad hubiera sido completamente distinta si viniera de Madrid... Pero me dí cuenta de que manera me había hecho al caos de Sao Paulo. Buenos Aires parece Madrid mismo, hay veces que caminas por algunas calles, y parece que puedes identificar el cruze, parada de metro o barrio de Madrid en el que te encuentras. De hecho hasta algunos barrios tienen nombres iguales o parecidos. Como el Barrio de Recoleta, donde viven algunos de los becarios. Yo se supone que tenía que ir directo para casa de Aída, pero... en fin, ya se sabe, se me olvidaron todos sus datos en casa y ni sabía a donde tenía que ir. Después de que los otros becarios me dieran la dirección correcta Javi y yo pudimos ir a dormir bajo techado.
Los días que estuve allí fueron de un turismo calmo, practicamente de puro paseo, tan solo disfrutando de estar nuevamente en lo que todos entendemos por ciudad civilizada. Lo primero que fui a ver es el obelisco, la foto obligatoria. Allí nos reunimos todos y caminamos hacia la casa rosada, después por la avenida de Mayo, para ir a comer a un típico barrio porteño. Y tan típico, en el bar en el que nos dejamos caer, muertos de hambre, sobraba el glamour y se practicaba la religión de la simplicidad. Todos comiendo casi del mismo plato, una limpieza que llamaríamos de precaria y una clientela autoctona poco menos que peculiar.
El barrio era todo un poco así, de clase media deprimida por los varapalos de la(s) crisis. Casas bonitas que vieron mejores tiempos, pero pobladas por gente que todavía vestia con gusto y dignidad. Me quedé un rato fotografiando las puertas, e incluso cotilleando un poco dentro de ellas.
Volvimos a la Av. de Mayo, y cual piqueteros la fuimos remontando en dirección al Parlamento. Antes hicimos una parada en el mítico café Tortoni, que viene a ser un equivalente prostituido del madrileño Café Gijón. Aquí, lamentablemente hace mucho tiempo que los literatos fueron sustituidos por los yanquees sofocados por el peso de la cámara más cara que encontraron en la tienda. Aún asi, aún conserva en las plantas superiores una escuela de tango, famosa por tener como alumna a la Becaria de Inversiones de Argentina.
En el Parlamento cogimos un taxi hacía el Cementerio de la Recoleta. Como estaba cerrado no pudimos ir a presentarle nuestros respetos a Eva Perón (oh!). Por allí había instalado un mercadillo y también algún bar pijo. Nosotros seguíamos flipándolo, eso de caminar por el centro de una ciudad con calma, ver a tu alrededor a más gente disfrutando de un parque...
El Domingo Aída me llevó al Barrio de San Telmo, que es un Barrio que ningún porteño en su sano juicio pisaría. Es un barrio de casas como las que ya había visto cerca de la avenida de mayo, ahora transformadas en mercadillos en los que se venden antiguedades, cuberterias de plata que los Argentinos se podían permitir en otros tiempos, postales coleccionadas en viajes por Europa, camisones de seda que las señoras bien utilizaban pero que la nieta tuvo que vender. Además había exhibiciones callejeras de Tango, casí todas ellas daban bastante grima... Dos viejos agarraos intentando parecer sexys sobre una tabla... En fin. Pero había algún show que si merecía la pena, también algún grupo que tocaba un tango que merecía la pena escuchar.
Acabamos la tarde en el Barrio de la Boca. Era día de partido y hubiera matado por haber entrado. Final de la copa Libertadores! Boca Vs Los Pumas. Nunca he sido muy futbolero, pero siempre me ha gustado el ambiente de los partidos. Y no hay mayor ambientazo que mezclarte entre la marea xeneize, caminar el perímetro de la mítica bombonera al atardecer, palpar la aunténtica pasión por el fútbol. Dios, a mi hermano le hubiera encantado estar allí.
El resto del barrio es tipicamente turístico... Pero curiosamente deprimido. Es realmente un Barrio pobre, y aún te puedes imaginar al pelusa dandole toques a una naranja por allí. Muchas cosas seguro no han cambiado desde entonces. Bueno, el tren hace tiempo que ya no pasa por aqui. Anochecía, no tenía los 150 $ que me hubieran pedido en la reventa y la Boca es un poco peligroso, nos fuimos a encontrar a los demás.
Los días siguientes pasaron igualmente tranquilos, fui de compras, caminé, comí bastante. El último día nos acercamos al antiguo puerto, donde se forjó la riqueza de la ciudad y por donde llegaron sus habitantes, los emigrantes. Aún estaban aquí y allá las gruas con las que se descargaban los cargueros y los paquebotes, pero ya sin uso. Ahora Puerto Madero se ha transformado en una zona de recreo, con restaurantes caros y hoteles, puentes modernos y barcos para los turistas.
Seguramente antes de tres meses volvería a necesitar un respiro de Blade Runner City. Me fuí de Buenos Aires con la sensación de que volveria, echando ya de menos sus elegantes avenidas y sus sofisticadas mujeres.