Brasil Me Mata

Tuesday, January 24, 2006

CENTRÃO. Hablo mucho de São Paulo... pero me pregunto a veces si de verdad he hablado de São Paulo. No voy a exagerar, mi barrio, prohibitivo para la mayoría de los brasileños, es tan real como los intereses de los bancos. Pero eso no es todo São Paulo. Ni todo Brasil, claro. Para mí, como para algunos afortunados en este país, mi centro es mi barrio, mi vida se mueve en un triángulo que va de ahí, a la avenida Paulista y a mi trabajo en el World Trade Center. Pero São Paulo no comienza y acaba en Moema, o en alguna playa del Litoral. Para mucha, muchísima gente, el centro de esta ciudad sigue siendo precisamente ese, el centro, el "casco antíguo", si es que le queda lgo de antíguo todavía.







A veces me gusta bajar de mi torre, ponerme mis ropas más viejas, unas havaianas y esconder mi cámara lo mejor que puedo. Y encontes voy al centro, al centrão. Degradado, caótico, marginal y popular a la vez, lleno de envejecidos edificios modernos, de mendigos, vendedores de bocadillos, tiendas de un Real,... Así es Brasil, así es América Latina.









Intentaré ser un poco descriptivo para los que vivan alejados. Imaginaos una ciudad próspera, muy próspera, una ciudad que comenzó como un convento rodeado de pantanos y selva, pero que gracias al dinero de la caña, el café, la industria... Se convirtió en el centro económico de un continente. Imaginaos entonces la riqueza de sus casas, la altura de sus rascacielos, la suntuosidad de sus mansiones, la amplitud de sus avenidas, el oro que adornaba su ópera,... São Paulo comenzó el siglo veinte como el París de sudamérica, una ciudad que lo tenía todo para convertirse en una de las más bellas y lujosas del mundo. Lo que no es tan facil de imaginar es lo que vino después, las sucesivas crisis, el desarrollismo, el desdén por el patrimonio histórico, produjeron la salida masiva de las clases altas del centro, la degradación más absoluta del casco antíguo, la violencia y la pobreza han llegado en algunas épocas a niveles intolerables en el centro de las grandes ciudades brasileñas.



Pero el centro no ha dejado de ser lo que siempre fué, un lugar popular. Muchos lo detestan, otros tantos lo temen, la mayoría lo ignora. Pero en el cento hay vida, hay cosas que hacer, están las vistas desde la torre del Banespa, los predicadores que insultan y amenazan a su propía parroquia llamándoles de fornicadores, cientos de tiendas baratas y pequeñas joyas escondidas, conventos, edificios, que no fueron demolidos.

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